
11 Abr Rocky y el entropión
Rocky no se dedica al boxeo porque es un perro, pero de un tiempo a esta parte tiene problemas con los ojos y en sus peores épocas los ha tenido casi como el popular protagonista que dio nombre a una saga de películas.
Es un perro simpático y activo, como la mayoría de los de raza labrador. Sus propietarios estaban preocupados porque le lloraba el ojo izquierdo y lo tenía muy cerrado. Se refirió el caso al oftalmólogo del equipo. Se le diagnosticó un problema de conformación de los párpados que se llama entropión.
¿Qué es el entropión?
El entropión también lo pueden sufrir los gatos, los caballos (por nombrar especies de animales de compañía) y está ampliamente descrito entre las personas. En cualquiera de los casos alguno de los párpados se gira hacia adentro y las pestañas rozan contra la córnea. Este rozamiento genera una gran molestia que deriva en un incremento de la secreción lagrimal (epífora) y tendencia a llevar el ojo cerrado (blefarospasmo). Todas estas características las presentaba Rocky cuando acudió a nuestra consulta.
Lo primero que quisimos verificar fue el alcance de la lesión corneal. Es frecuente que la erosión continuada llegue a provocar una herida (úlcera corneal). No fue el caso, pero si llegamos a diagnosticarlo, se debe establecer un tratamiento para que cicatrice. Volviendo al caso de Rocky, prescribimos un tratamiento a base de gotas para los ojos (colirios) con la intención de disminuir el dolor. El entropión provoca un círculo vicioso que a veces conseguimos romper (el dolor provoca blefarospasmo que provoca más dolor por el rozamiento de la pestaña, etc).
Por desgracia, la respuesta al tratamiento fue pobre y tuvimos que proponer una intervención quirúrgica. El resumen de la técnica, para no aburriros ni entrar en detalles escabrosos, consiste en eliminar una pequeña cantidad de piel del párpado que el cirujano-oftalmólogo debe calcular. Cuando se cierra la pequeña herida provocada expresamente, la piel del párpado se tensa y revertimos la mala posición del párpado, que a partir de entonces ya no roza contra la córnea.
Rocky salió de la clínica con un ojo como el de su homónimo cinematográfico, pero pasadas dos semanas, cuando retiramos los puntos ya se apreciaba una mejoría franca y, a los dos meses, cuando Rocky vino a su último control postquirúrgico, lo tenía perfecto. Cuando le acabe de crecer el pelo que rasuramos el día de la cirugía nadie sabrá cuál era el ojo afectado.