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Lola y su otohematoma

Tiene la oreja hinchada. Parece que tenga líquido. Tiene un bulto en la oreja …

Son algunas de las maneras como los propietarios de sus mascotas os referís a un fenómeno que los veterinarios llamamos OTOHEMATOMA. Para entender cómo se produce debemos describir de forma sucinta como es la anatomía de la oreja o pabellón auricular de nuestras mascotas. Yo siempre describo la estructura de la oreja como un «bocadillo» formado por dos «rebanadas» de piel y una “loncha” de cartílago en medio. Es una forma simplista, pero muy ilustrativa de describir un diseño sencillo donde no hay mucha más estructuras. Sólo las venas y arterias que lo irrigan, visibles a simple vista en los perros y a contraluz en el caso de los gatos. En ambos casos tienen una distribución similar a la de una hoja con un entramado de vasos que se ramifican por toda su superficie.

Y ese es el quid de la cuestión. Cuando un perro (más frecuentemente que un gato) recibe un traumatismo en la oreja es muy fácil que se rompa una arteria o una vena porque están poco protegidas. Del mismo modo no hay músculos  u otros tejidos blandos que ayuden a hacer presión contra la hemorragia que fácilmente «despega» la piel del cartílago creando una prominencia fluctuante (llena de sangre) que llamamos OTO (de oreja) HEMATOMA (acumulación de sangre). Si no se actúa, la retracción del hematoma acaba deformando la oreja

Lola es una perra de dos años muy activa que se dio un golpe en la oreja. Al cabo de unas horas sus propietarios vinieron a explicar que tenía un otohematoma.

¿Pero, como se soluciona?

Mucha gente cree que si se pincha se deshinchará, pero no es nada recomendable. En primer lugar porque la cavidad vacía casi siempre se vuelve a llenar de líquido. Y en segundo lugar porque es fácil que la misma punción introduzca bacterias de la piel si no se desinfecta muy bien la zona. Si el otohematoma  se infecta pasaremos a tener un problema más grave que llamamos absceso.

Lo que recomendamos a la familia de Lola es intervenirla quirúrgicamente. Es una cirugía de bajo riesgo que consiste en vaciar la cavidad, dejar una salida al nuevo líquido que pueda formarse y, lo más importante, asegurar que habrá una estructura que haga presión continuamente para que las «rebanadas de piel» vuelvan a pegarse al cartílago.

Lo que hicimos fue suturar unas esponjas especiales haciendo presión con muchos puntos que no empezamos a retirar (progresivamente) hasta después de una semana. Durante las dos semanas que duró la convalecencia Lola llevaba un collar isabelino para que no se lo pudiera tocar con las patas traseras.

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Finalmente terminamos retirando el último punto y el collar. Lola quedó muy contenta y su familia también porque llevaba todo este tiempo recibiendo golpes de collar fruto de la efusividad inacabable de su perra. La oreja quedó muy bien y ahora que ya ha vuelto a crecer el pelo que habíamos rasurado ya no se distingue cuál es el oído operado.